Chen Fei está desconcertado y nervioso. Sabe que algo no cuadra, pero es incapaz de adivinar lo que se le avecina. Sus padres le dijeron que iban a pasar unos días juntos en Pekín aprovechando el inicio de las vacaciones escolares de verano, pero el centro al que le han llevado es cualquier cosa menos un lugar de ocio. Situado en el extremo sur de la capital china, en el distrito obrero de Daxing, el anodino edificio que antes albergó un instituto de tecnología acoge ahora a un nutrido grupo de 70 niños y jóvenes ataviados con camisetas militares. Su denominador común salta a la vista: gafas, hombros caídos, cuello doblado y mínima resistencia física. Son la antítesis de los enérgicos soldados que sirven aquí de monitores. Chen, nombre ficticio de este obeso adolescente de 16 años, los mira a todos de reojo mientras espera en el patio a que sus padres salgan de una reunión cuyo contenido desconoce. Comienza a sospechar que todo es una trampa. Y no le falta razón.
LEER MAS: http://elpais.com/elpais/2014/09/12/eps/1410545493_678726.html