Para poneros un poco en situación, el tema es el deber (obviedad) que en el texto se relaciona con libertad, de la cual no se tiene certeza porque nuestro mundo parece determinista.
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Deber es poder
Y poder es libertad...
Rasgo distintivo, la razón
Nosotros, los seres humanos, somos distintos a todas las otras especies animales de este planeta. Ciertas características sólo las poseemos nosotros. Somos capaces de crear, imaginar, entender, descubrir... tenemos constancia del paso del tiempo y somos los únicos que sabemos que vamos a morir y por tanto que nuestro tiempo aquí es limitado.
Estas características son consecuencia de aquello que nos hace ser especiales: la razón humana. En efecto, unos más que otros, podemos razonar. De ahí se derivan todas nuestras otras capacidades distintivas, y hay dos de ellas en las que me gustaría hacer hincapié: la voluntad y el deber.
¿Es voluntad el deber?
Los animales no desean más allá de lo que sus instintos les dicen que es necesario para su supervivencia. En cuanto a nosotros, podemos hablar de voluntad de obtener algo o de alcanzar un fin. El aspecto volitivo del fin lo convierte automáticamente en un medio, un eslabón de una cadena causal. Es decir, algo se desea para alcanzar un segundo algo, que a su vez de desea para alcanzar un tercer algo... y al final se encuentra la satisfacción, difícilmente en su totalidad alcanzable en una vida finita.
El deber y la voluntad pueden estar estrechamente unidos. Deber es voluntad de no obedecer la voluntad. Para mí el deber sólo existe si se opone a la voluntad, que sigue una cadena causal y por tanto es racional. El deber rompe la cadena, es irracional y es una manifestación de nuestra libertad.
Si voluntad y deber no coinciden, voluntad es voluntad de no obedecer el deber. Si voluntad y deber coinciden, deber es voluntad de obedecer la voluntad, o sea, voluntad.
La particularidad del deber
La existencia del deber es también única de los seres humanos. Si aceptamos que irracional es todo aquello que no encaja en una cadena causal, rompiéndola, y además que todas nuestras características distintivas proceden de la razón, entonces con asombro vemos que algo irracional nació de algo tan racional como es la propia razón. Sin duda esto no es único del deber, ya que al fin y al cabo los mitos que todas las sociedades de la historia han creado también proceden de la creatividad humana, procedente también de nuestra capacidad de razonar, y en sí mismos son irracionales; no obstante, el deber sí que es único en la medida que no nació para darle explicación a algo o ser de alguna ayuda de hecho no nació, simplemente está ahí, como característica intrínseca al ser humano y que tal vez nos dé la esperanza de que en realidad sí que somos libres.
Y poder es libertad...
Rasgo distintivo, la razón
Nosotros, los seres humanos, somos distintos a todas las otras especies animales de este planeta. Ciertas características sólo las poseemos nosotros. Somos capaces de crear, imaginar, entender, descubrir... tenemos constancia del paso del tiempo y somos los únicos que sabemos que vamos a morir y por tanto que nuestro tiempo aquí es limitado.
Estas características son consecuencia de aquello que nos hace ser especiales: la razón humana. En efecto, unos más que otros, podemos razonar. De ahí se derivan todas nuestras otras capacidades distintivas, y hay dos de ellas en las que me gustaría hacer hincapié: la voluntad y el deber.
¿Es voluntad el deber?
Los animales no desean más allá de lo que sus instintos les dicen que es necesario para su supervivencia. En cuanto a nosotros, podemos hablar de voluntad de obtener algo o de alcanzar un fin. El aspecto volitivo del fin lo convierte automáticamente en un medio, un eslabón de una cadena causal. Es decir, algo se desea para alcanzar un segundo algo, que a su vez de desea para alcanzar un tercer algo... y al final se encuentra la satisfacción, difícilmente en su totalidad alcanzable en una vida finita.
El deber y la voluntad pueden estar estrechamente unidos. Deber es voluntad de no obedecer la voluntad. Para mí el deber sólo existe si se opone a la voluntad, que sigue una cadena causal y por tanto es racional. El deber rompe la cadena, es irracional y es una manifestación de nuestra libertad.
Si voluntad y deber no coinciden, voluntad es voluntad de no obedecer el deber. Si voluntad y deber coinciden, deber es voluntad de obedecer la voluntad, o sea, voluntad.
La particularidad del deber
La existencia del deber es también única de los seres humanos. Si aceptamos que irracional es todo aquello que no encaja en una cadena causal, rompiéndola, y además que todas nuestras características distintivas proceden de la razón, entonces con asombro vemos que algo irracional nació de algo tan racional como es la propia razón. Sin duda esto no es único del deber, ya que al fin y al cabo los mitos que todas las sociedades de la historia han creado también proceden de la creatividad humana, procedente también de nuestra capacidad de razonar, y en sí mismos son irracionales; no obstante, el deber sí que es único en la medida que no nació para darle explicación a algo o ser de alguna ayuda de hecho no nació, simplemente está ahí, como característica intrínseca al ser humano y que tal vez nos dé la esperanza de que en realidad sí que somos libres.
Y vamos con otro, justicia, que es algo así como deber colectivo.
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Modelando la idea de justicia en la mente
Justicia como proporción de la proporción
La justicia no es igualdad, sino desigualdad. Sólo lo sería en el hipotético idealizado de una sociedad en la que lo justo fuera la igualdad debido a la igualdad de sus partes.
Siguiendo el modelo aristotélico, podríamos decir que la justicia es proporción, pero quisiera añadir que es proporción en función de la capacidad real de cada individuo para desempeñar una acción que previamente se acordó que tenía cierta beneficencia objetiva positiva o negativa (perjudicial), y este acuerdo se debe hacer siguiendo el modelo de Rawls.
Pongamos ejemplos extremos, que son bastante ilustrativos.
Proporción primera: acción
En una sociedad se acordó que el asesinato es una acción de beneficencia negativa, es decir, perjudicial (por una u otra razón, pero hubo ese acuerdo). Para un asesino, alguien que asesinó a una víctima, es justo que sea asesinado (lo cual no significa que deba ser asesinado, esa es otra acción a acordar entre la sociedad). Para la víctima, si no asesinó, es injusto que sea asesinada.
Podemos ver esto así: algo injusto se convierte en algo justo para aquel que realizó ese algo injusto.
En resumen, cada uno ha de tener lo que se merece.
Proporción segunda: capacidad de acción
Pero frenemos, que nos olvidamos de algo importante que se ha dicho al inicio, y es que esto ha de ser en función de la capacidad del individuo, y esto no es trivial. Si el asesino se trata de alguien que posee una enfermedad mental y no puede evitar matar, ¿es justo que mate? No lo es porque es injusto para la víctima, ¿pero y si la víctima no puede evitar no matar (alguien en estado vegetativo, por ejempo)? Como vemos no sólo está la proporción entre las acciones, sino la proporción entre las capacidades, quedando una situación bastante irresoluble cuando una inevitabilidad positiva (no poder evitar hacerlo) se enfrenta a una inevitabilidad negativa (no poder evitar no hacerlo), y ahí sí que se da una situación en la que únicamente la justicia depende de las acciones para las que hubo el previo acuerdo.
Conclusión
Con esto se pretende mostrar un modelo intermedio entre la concepción clásica y moderna de la justicia, ya que siempre es bueno mirar atrás y ver lo que nos hemos dejado por el camino.
Justicia como proporción de la proporción
La justicia no es igualdad, sino desigualdad. Sólo lo sería en el hipotético idealizado de una sociedad en la que lo justo fuera la igualdad debido a la igualdad de sus partes.
Siguiendo el modelo aristotélico, podríamos decir que la justicia es proporción, pero quisiera añadir que es proporción en función de la capacidad real de cada individuo para desempeñar una acción que previamente se acordó que tenía cierta beneficencia objetiva positiva o negativa (perjudicial), y este acuerdo se debe hacer siguiendo el modelo de Rawls.
Pongamos ejemplos extremos, que son bastante ilustrativos.
Proporción primera: acción
En una sociedad se acordó que el asesinato es una acción de beneficencia negativa, es decir, perjudicial (por una u otra razón, pero hubo ese acuerdo). Para un asesino, alguien que asesinó a una víctima, es justo que sea asesinado (lo cual no significa que deba ser asesinado, esa es otra acción a acordar entre la sociedad). Para la víctima, si no asesinó, es injusto que sea asesinada.
Podemos ver esto así: algo injusto se convierte en algo justo para aquel que realizó ese algo injusto.
En resumen, cada uno ha de tener lo que se merece.
Proporción segunda: capacidad de acción
Pero frenemos, que nos olvidamos de algo importante que se ha dicho al inicio, y es que esto ha de ser en función de la capacidad del individuo, y esto no es trivial. Si el asesino se trata de alguien que posee una enfermedad mental y no puede evitar matar, ¿es justo que mate? No lo es porque es injusto para la víctima, ¿pero y si la víctima no puede evitar no matar (alguien en estado vegetativo, por ejempo)? Como vemos no sólo está la proporción entre las acciones, sino la proporción entre las capacidades, quedando una situación bastante irresoluble cuando una inevitabilidad positiva (no poder evitar hacerlo) se enfrenta a una inevitabilidad negativa (no poder evitar no hacerlo), y ahí sí que se da una situación en la que únicamente la justicia depende de las acciones para las que hubo el previo acuerdo.
Conclusión
Con esto se pretende mostrar un modelo intermedio entre la concepción clásica y moderna de la justicia, ya que siempre es bueno mirar atrás y ver lo que nos hemos dejado por el camino.