Estudio revela lo que heredamos de nuestros antepasados insectívoros
Los ancestros de los mamíferos actuales vivieron en la era de los dinosaurios; sin embargo, para ese momento se encontraban a la sombra de ese grupo animal dominante. Sólo con la extinción masiva al final del período Cretácico, hace unos 66 millones de años, esta competencia desapareció y la historia de éxito continuo de los mamíferos comenzó.
La desaparición de los grandes dinosaurios permitió que surgieran especies de mamíferos que ocuparan nichos ecológicos, especialmente en términos de nutrición, que hasta ese momento su dieta se basaba principalmente de insectos, al menos eso es lo que sugieren los hallazgos fósiles.
En este sentido, los resultados de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Berkeley aportan nueva información sobre cómo los primeros mamíferos cambiaron su dieta después de la desaparición de los dinosaurios y se adentra en la historia evolutiva de las enzimas que se desarrollaron específicamente para ayudar en la digestión de diferentes alimentos.
Inicialmente, los investigadores analizaron los genomas de 107 especies diferentes de mamíferos, desde ratones hasta elefantes y ballenas. De manera inesperada, en casi todos los lugares que buscaron, encontraron genes para las llamadas enzimas quitinasas, que pueden descomponer el duro exoesqueleto de los insectos y así ayudar en la digestión de estas criaturas.
En general, encontraron rastros de cinco genes diferentes de quitinasa. Algunas veces en su forma activa y otras como fragmentos rotos (disfuncionales), pudiendo evidenciar que en las especies en los que más insectos forman parte de su dieta, más genes más funcionales tenían.
Entre los animales con los genes de quitinasa más activos se incluyen, entre otros, los osos hormigueros y ciertos armadillos, lo cual no sorprende pues estos animales se alimentan básicamente de termitas. Pero sí resultó inesperado que los bisontes, los gibones, los dromedarios, e incluso los humanos también cuentan con una enzima quitinasa funcional. Además, los análisis revelaron que todavía hay restos de otros tres genes de quitinasa en nuestro material genético.
En especies como tigres o focas, que nunca comerían un insecto, las piezas no funcionales de tales genes aún permanecen latentes en sus cromosomas, revelando que hace millones de años sus antepasados alguna vez tuvieron que alimentarse de insectos.
En base a los resultados obtenidos, los investigadores concluyeron que el ancestro común de todos los mamíferos debió haber tenido cinco genes funcionales de quitinasa en su genoma.
Con el inicio de la diversificación de los mamíferos en la transición del periodo Cretácico al Paleógeno, algunos de los linajes derivados de los mamíferos gradualmente fueron perdieron estos genes cuando alejaron a los insectos de sus dietas.
Los hallazgos fósiles sugieren que los primeros mamíferos carnívoros y herbívoros aparecieron unos diez millones de años después de la desaparición de los dinosaurios. El investigador Christopher Emerling, autor principal del estudio, señaló: “Los genomas cuentan la misma historia que los fósiles. Cuando los grandes reptiles carnívoros y herbívoros desaparecieron, los mamíferos comenzaron a cambiar su dieta.”
Referencia: Chitinase genes (CHIAs) provide genomic footprints of a post-Cretaceous dietary radiation in placental mammals. Science Advances, 2018. https://doi.org/10.1126/sciadv.aar6478