Ellas han sufrido 'sextorsión' y 'porno vengativo', las dos caras de una misma moneda: usar imágenes ajenas de contenido sexual para arruinarle la vida a una persona. Estas son sus historias
A Susana (nombre modificado*) la pesadilla le llegó de repente, cuando apenas tenía 20 años, a través de un mensaje de WhatsApp de un conocido: "Llevo un rato llamándote, pero comunicas. Acabo de ver un vídeo tuyo en una web de porno, llámame en cuanto puedas, hay que hacer algo". Lo llamó al segundo, temblando, recibió el enlace y lo vio todo: era ella en un vídeo pornográfico grabado desde su propio móvil unos cuatro meses antes por su anterior novio, con quien compartió después el archivo. Era el año 2014 y Susana estudiaba Empresariales en Salamanca.
"Me entró un ataque de ansiedad", recuerda en conversación con este periódico. "No podía gritar, no podía llorar, no podía hacer nada. Tampoco fui capaz de cogerle el teléfono a este chico, que estaba llamándome otra vez. Solo sentía que me ahogaba, que no podía respirar, y encima estaba sola en casa".
El caso de Susana se enmarca dentro de un tipo de delitos que ha crecido de manera exponencial desde la popularización de internet y las redes sociales: a día de hoy, el 6% de los usuarios de internet ha sufrido este tipo de experiencias en todo el mundo. En Facebook, de hecho, se producen más de 54.000 situaciones similares cada mes.
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