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Autor Tema: Mónico Sánchez, el inventor que quiso convertir un pueblo de Ciudad Real en el Silicon Valley de principios del siglo XX  (Leído 2,218 veces)
El_Andaluz


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Mónico Sánchez, el inventor que quiso convertir un pueblo de Ciudad Real en el Silicon Valley de principios del siglo XX
« en: 7 Febrero 2021, 03:42 am »


En un lugar de La Mancha, Piedrabuena, de cuyo nombre nunca quiso olvidarse, ni aun cuando amasaba fama y fortuna, no ha mucho tiempo que vivía un ingeniero de los de pluma en ristre para garabatear cálculos, voluntad de acero, ingenio efervescente y un pulso de self-made man al más puro estilo de Thomas Alva Edison o Frederick Collins, contemporáneos suyos, por cierto, y con cuyas biografías de un modo u otro entretejió la propia durante sus aventuras en Nueva York.

Las camisas raídas heredadas de sus mayores, las propinas que ahorraba como mozo de recados y un par de desgastados mocasines a los que, con más voluntad que cabeza, intentaba alargar la vida descalzándose antes de cada caminata entre su hogar, en Piedrabuena, y su trabajo en Fuente el Fresno consumían tres cuartas partes de su hacienda infantil. De niño tenía en casa nuestro ingeniero un padre tejero y una madre lavandera y tres hermanos mayores que —al igual que él mismo— veían cómo sus pasos se encaminaban al campo antes incluso de destetarse.
Frisaba la edad del ingeniero los catorce años en 1894. Si en casa hubieran tenido para fotos seguramente lo mostrarían enjuto de carnes y con complexión recia; más bajo, más fresco, más joven y menos reseco, pero por lo demás no muy distinto a Don Quijote. Su nombre era Mónico Sánchez Moreno. Y si al Alonso Quijano de Miguel de Cervantes lo apodaban “Quijada”, al vecino de Piedrabuena, andado el tiempo, ya adulto, tras haber triunfado en EE. UU. y labrarse un nombre como empresario, bien le podrían haber llamado en su pueblo “el inventor”.


Aunque si nos ponemos puristas como biógrafos, el único vínculo objetivo entre Mónico Sánchez y Don Quijote es que ambos nacieron en La Mancha, no resulta difícil ver un buen puñado de parecidos entre sus periplos vitales. Ambos —Sánchez y el héroe de ficción de Cervantes— gastaban una capacidad para soñar fuera de lo común y andaban sobrados de valor. Los une además un nada frecuente sentido del equilibrio y lealtad hacia su tierra y sus gentes y, en cierto modo, el ir unas cuantas décadas por delante de su propio tiempo. Sánchez no lidió con molinos en tierras de Castilla, pero sí se las vio con los rascacielos de Nueva York. Que se sepa tampoco intentaron timarlo en ninguna fonda, pero le tocaron de cerca los tejemanejes de la empresa Continental en EE. UU. y padeció en España las miserias de la autarquía franquista.

Capítulo 1: De mozo de recados a estudiante


Si se escribiera un libro sobre las aventuras y desventuras de Sánchez el primer capítulo arrancaría con precisión de cronista el 4 de mayo de 1880 en Piedrabuena, una pequeña villa de Ciudad Real que aun hoy no pasa de los 4.500 vecinos. Su padre, tejero; su madre, lavandera, el destino del niño —al igual que el de sus tres hermanos mayores— pintaba tan claro como limitado: el taller de tejas o los terruños del campo. A Mónico sin embargo le tiraba más la escuela y en la de su pueblo tuvo la fortuna de dar con Ruperto Villaverde, un maestro que supo avivar su curiosidad innata. En sus aulas aprendió el joven lo básico, las letras, los números y cómo combinarlos. Y conocido lo básico le tocó recoger los bártulos y salir al mundo para buscarse la vida como buenamente pudiese.

Su primer oficio conocido, con 14 años, fue el de mozo de los recados en Fuente el Fresno, un pueblecito incluso más pequeño que Piedrabuena, del que dista unos cincuenta kilómetros. Allí no le fue mal a Mónico. Al menos le permitió coger el impulso necesario para saltar al siguiente escalón: dependiente de tienda en San Clemente, una villa algo mayor al suroeste de la provincia de Cuenca. El chico debía de ser ahorrador y ambicioso porque tampoco se conformó con quedarse tras el mostrador. Tiempo después se hacía con su propio ultramarinos, que acabó vendiendo para mudarse en 1899 a Madrid. En mente, una idea clara: formarse como ingeniero.

Sánchez nació en una familia humilde de Piedrabuena, en el rural de Ciudad Real. Empezó como mozo de recados, pasó a tendero y, andado el tiempo, se hizo con su propia tienda, que terminó vendiendo para trasladarse a Madrid y estudiar allí un curso de electricidad por correspondencia.

En la capital se topó con el primer "molino/gigante" cervantino que amenazaba con frustrar sus sueños: las puertas de la enseñanza superior le estaban vetadas. Primero, Mónico carecía de los estudios necesarios. Segundo, la propia escuela de ingeniería industrial de Madrid estaba cerrada por motivos políticos y no abriría hasta 1902. Decidido a no dar un paso atrás, el joven optó entonces por matricularse en un curso por correspondencia de electricidad. La decisión poco tendría de quijotesca si no fuera porque el buen hijo de Piedrabuena no sabía ni papa de inglés y la formación la impartía el Electrical Engineer Institute of Correspondence. Sánchez tuvo que aprender a la vez la gramática del idioma de Shakespeare y las nociones sobre aquel oro chispeante por el que al otro lado del Atlántico se batían el cobre los defensores de la corriente alterna y la continua.

Y, otra vez, no le fue mal al joven. De hecho lo hizo lo suficientemente bien como para que Joseph Wetzler, el profesor a distancia de Mónico, intuyese un talento especial en aquel pupilo cuyo manejo del inglés y conocimientos sobre electrotecnia mejoraban a la par. Convencido de su potencial, Wetzler, presidente también de la Asociación de Ingenieros Eléctricos Americanos (AIEE) y editor de revistas especializadas, como Electrical World, animó a Mónico a que hiciera las maletas y se mudara a EE. UU. para seguir con su formación. Incluso facilitó que encontrara un empleo allí.

Los apuros acompañaron a Mónico hasta el momento mismo de subirse al transatlántico en el que debía partir del puerto de Cádiz con destino Nueva York. Tres días antes de embarcarse, le comunicaron que necesitaba un certificado municipal que acreditase que estaba exento del servicio militar. Cuando se enteró le quedaban apenas 24 horas de margen para entregar el papel. Si no cumplía se quedaba en tierra. Así de simple. Con el corazón en un puño, Sánchez tomó un tren hasta Ciudad Real, desde donde emprendió una larga caminata en dirección Piedrabuena. Cuando llegó a su pueblo era ya de noche cerrada y el secretario del Concejo llevaba varias horas en casa.

Ante la perspectiva de quedarse con la miel en los labios, Mónico, el antiguo mozo de recados, tendero, dueño de ultramarinos, estudiante de electricidad e inglés y aspirante a ingeniero en la Gran Manzana, se lio a porrazos con la puerta del funcionario local hasta conseguir que lo atendiese y acompañara al Ayuntamiento para firmar el certificado. Con el papelito en el bolsillo a Sánchez le quedaba aún por delante una noche larga y poco apta para cardiacos. Regresó a lomos de una mula a Ciudad Real y allí tomó otro tren a Madrid con el tiempo justo para entregar el escrito.

Su barco partió del puerto gaditano en 1904.

Tenía Mónico 24 años y viajaba ligero de equipaje, con solo 60 dólares en el bolsillo.


Capítulo 2: Del pizarrín al Madison Square Garden

Entre capítulo y capítulo del curso de electricidad por correspondencia de Wetzler, Mónico había conseguido apañárselas con la gramática inglesa. En tierras estadounidenses se encontró sin embargo con otro problema: no entendía nada de lo que le decían. Como si de otro idioma se tratara, vamos. Para apañárselas compró un pizarrín en el que durante un tiempo se dedicó a escribir con tiza todo lo que no conseguía comprender o necesitaba explicar. Así, con la tablilla bajo el brazo y tras garabatear en el cuestionario de acceso que había llegado a América “to study”, se lanzó el 12 de octubre de 1904 a las avenidas del Nuevo Mundo, vibrantes de vida, tráfico, comercio y que concentraban en una sola calle todo el vecindario de su querida Piedrabuena.

En EE. UU. Mónico empezó su carrera profesional primero como delineante y más tarde como oficial electricista. En los ratos libres que le dejaba el trabajo en la factoría continuaba formándose en el Instituto de Ingenieros Electricistas de Nueva York, que le expidió el título a mediados de 1907. Su experiencia, formación y carácter avispado le abrieron las puertas del fabricante de equipos telegráficos Foote Pierson Co. De sus filas, poco después, en mayo de 1908, pasó a la Van Houten & Ten Broeck Co. con un cargo ya de cierta responsabilidad, el de ingeniero jefe.




Mónico no dejaba de estudiar —amplió sus conocimientos sobre electricidad en la Columbia University— y empezó también a aplicar su ingenio a proyectos de carácter más personal. En 1907 inscribió en España su primera patente, el Puente de Weasthone-Sánchez, para la medida del aislamiento, capacidad y resistencia. Incorporado a la plantilla de la compañía Van Houten & Ten Broek, donde se familiarizó con la electromedicina, pudo desarrollar el que sería de lejos su invento más popular: el Aparato Portátil de rayos X y Corrientes de Alta Frecuencia.

En 1908 no hacía ni una década que Wilhelm Röntgen había hecho su primera radiografía —la célebre imagen de una mano enjoyada— mientras experimentaba con tubos de Hittorff-Crookes y la bobina de Ruhmokorff, pero los rayos X gozaban ya de una popularidad notable. Durante los primeros años —antes de que se extendiera el conocimiento sobre sus riesgos— solían organizarse espectáculos durante los que se invitaba al público a ojear su esqueleto. El propio Edison había montado una barraca con ese fin en mayo de 1896, cuando no era extraño que los salones de belleza publicitasen tratamientos con rayos X. Su uso más provechoso se daba sin embargo en los hospitales. Los médicos no tardaron en comprender su enorme potencial para la medicina.

El problema a finales del siglo XIX era que los aparatos generadores de rayos X, que necesitaban un tubo de Crookes y un generador de alta tensión, eran tremendamente pesados y complicados de manejar. Aprovechando un fenómeno físico descubierto por Nikola Tesla —que le llevó a pasar de transformadores de 50 Hz a otros de 7 Mhz—, Sánchez consiguió solucionar esa rémora. Su diseño de 1909 permitía que los dispositivos se fabricasen con una cantidad de hierro mucho menor y fuesen más ligeros, de apenas diez kilos. En vez de manejar trastos enormes, del tamaño de muebles de salón, los médicos pudieron usar otros que cabían dentro de una maleta.

El tamaño facilitaba el transporte y manejo, pero no era la única ventaja del diseño de Sánchez. “Mi aparato es comparativamente barato, portable, puede ser conectado a cualquier sistema de alumbrado […] y puede, debido a su simplicidad, ser efectivamente manejado por un operador sin preparación”, destacaba el de Piedrabuena. Su equipo producía corriente de alto voltaje, de alta frecuencia y —dato importante que el mismo Mónico subrayaba en sus descripciones— se podía emplear tanto con la continua de Edison como la alterna de Westinghouse Electric.

El talento del manchego no pasó inadvertido a Frederick Collins, pionero —en cierto modo a su pesar— de la radiotelefonía y uno de los máximos impulsores del gigante Continental Wireless Telephone and Telegraph Company. El magnate lo fichó como ingeniero jefe de Collins Wireless Telephone Co. (CWTC). Bajo la sugerente marca —con resonancias de culebrón de sábado tarde— Collins-Sánchez Apparatus comercializaron el equipo de rayos X portátil de Mónico.

Al llegar a EE. UU. Mónico necesitaba un pizarrín para hacerse entender en inglés. Con el paso de los años terminó codeándose con los grandes nombres de la ingeniería estadounidense y el mundo empresarial y acudiendo a ferias en el Madison Square Garden.


Para promocionar su invento el de Piedrabuena participó en actos en los que llegó a codearse con la élite de la ingeniería norteamericana. De aquella época se conserva una foto que muestra a Sánchez en una feria celebrada en el Madison Square Garden de Nueva York, trajeado, con corbata, un par de zapatos con los que ni se habría atrevido a soñar en su etapa como mozo de recados en Fuente el Fresno y el pelo brillante y repeinado con afeites. A sus espaldas se ve el logo de la CWTC. A su izquierda tiene un stand de la poderosa General Electric de Edison y algo más atrás, a apenas unos metros, otro de Westinghouse Electric, compañía en la que trabajó Nikola Tesla. Un quijote manchego entre gigantes tecnológicos en el corazón mismo de la Gran Manzana.



Juan Pablo Rozas, ingeniero, profesor retirado de la Escuela Superior de Informática de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y uno de los máximos conocedores de la historia de Sánchez, recuerda que Continental, el emporio surgido de la fusión de la CWTC y otras empresas, ofreció al de Piedrabuena 500.000 dólares a cambio de la patente de su aparato portátil de rayos X. El pago se realizaría en acciones de la compañía. Para asombro —y frustración— de sus jefes, Mónico no aceptó. Y acertó. De lleno, además. Poco después se reveló que Continental era un gigante con los pies de barro y sus administradores terminaron procesados. El propio Frederick Collins acabaría en los juzgados y pasando una pequeña temporada entre rejas.

Arrancó entonces la aventura empresarial de Sánchez en solitario.



Quien le interese el articulo puede seguir leyendo mas en este enlace: https://www.xataka.com/xataka/monico-sanchez-inventor-que-quiso-convertir-pueblo-ciudad-real-silicon-valley-principios-siglo-xx

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FJDA


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Re: Mónico Sánchez, el inventor que quiso convertir un pueblo de Ciudad Real en el Silicon Valley de principios del sigl
« Respuesta #1 en: 7 Febrero 2021, 04:15 am »

Pero llegó la guerra y le jodió el invento.
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Mr. NoBody

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Re: Mónico Sánchez, el inventor que quiso convertir un pueblo de Ciudad Real en el Silicon Valley de principios del sigl
« Respuesta #2 en: 7 Febrero 2021, 14:14 pm »

¿Pero Mónico es el masculino de Mónica, o es un nombre extranjero?. El nombre es muy raro y mi inquietud muy grande.
« Última modificación: 7 Febrero 2021, 14:19 pm por Mr. NoBody » En línea

simorg
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Re: Mónico Sánchez, el inventor que quiso convertir un pueblo de Ciudad Real en el Silicon Valley de principios del sigl
« Respuesta #3 en: 7 Febrero 2021, 14:49 pm »

¿Pero Mónico es el masculino de Mónica, o es un nombre extranjero?. El nombre es muy raro y mi inquietud muy grande.

Era Español, quizás nombres que se usaban antaño y actualmente considerados raros.

Su Vida:

https://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%B3nico_S%C3%A1nchez


Saludos.
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pcli

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Re: Mónico Sánchez, el inventor que quiso convertir un pueblo de Ciudad Real en el Silicon Valley de principios del sigl
« Respuesta #4 en: 7 Febrero 2021, 14:59 pm »

¿Pero Mónico es el masculino de Mónica, o es un nombre extranjero?. El nombre es muy raro y mi inquietud muy grande.



https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736177009&menu=resultados&idp=1254734710990#!tabs-1254736195454
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